10 sept 2017

Dinero endógeno

Entre las explicaciones de la crisis global hay una que es particularmente favorecida por la teoría convencional o neoclásica. Según esta escuela la crisis se gestó por el mal manejo de la política monetaria y por fallas de mercado. Es una visión basada en una teoría arcaica sobre el dinero y su papel en una economía capitalista.

Para la teoría neoclásica la oferta de dinero en la economía está determinada desde afuera del sistema económico. Los bancos centrales tienen el monopolio de la emisión de billetes y monedas y cuidan que la oferta monetaria guarde una relación estable con la actividad económica. Por eso el neoliberalismo empujó la ideología de la autonomía de los bancos centrales frente a las instancias políticas. Se suponía que así se podría garantizar un manejo responsable de la oferta monetaria. Eso es lo que se denomina la teoría del dinero exógeno (porque es creado por el banco central, desde el exterior del sistema económico). Pero esta visión no tiene casi nada que ver con la realidad. Para decirlo claramente: si realmente la oferta monetaria estuviera a cargo de los bancos centrales, las economías capitalistas habrían dejado de funcionar hace mucho tiempo.
Existe una visión diferente: la teoría de dinero endógeno. En una economía monetaria de tipo capitalista la oferta de dinero está determinada por la demanda: el sistema económico en su conjunto necesita del crédito para reproducirse y crecer. Si se compara el ahorro total con las necesidades de crédito de una economía se puede comprobar fácilmente que el segundo es mucho mayor que el primero.
Las necesidades de recursos para la reproducción del sistema se satisfacen con el crédito que inyectan los bancos al sistema económico. Cuando un banco otorga un préstamo a una empresa, ésta puede pagar sueldos y salarios contra su saldo en la cuenta que le abrió el banco. Ese proceso de creación monetaria corre en paralelo con la creación de ingreso. La oferta monetaria crece y se contrae de acuerdo a las necesidades de la producción y en relación a las expectativas de la demanda agregada.
La competencia inter-capitalista obliga a las empresas a crecer. Si no lo hacen, desaparecen. Para seguir sus planes de expansión utilizan el crédito que les proporciona el sistema bancario. Al final de cuentas, los bancos otorgan crédito cuando consideran que los proyectos son rentables y cuando el deudor ofrece garantías suficientes. Esas expectativas cambian a lo largo del tiempo y con las diferentes fases de los ciclos económicos. Cuando la economía se encuentra en la fase ascendente de un ciclo, los bancos tienen más inclinación para otorgar préstamos. Cuando nos encontramos en la fase descendente del ciclo, los bancos comparten las expectativas negativas sobre el futuro de la economía, cierran la válvula y dejan de proporcionar crédito. Es decir, la actividad de los bancos es pro-cíclica y aumenta la inestabilidad de la economía.
Lo importante es que los bancos pueden emitir unidades monetarias (es decir, unidades que sirven de medio de pago y de reserva de valor). Los bancos comerciales privados no están constreñidos por el monto de depósitos que han podido captar del público. Este es un punto muy importante que causa gran confusión. La causalidad está invertida: cuando se otorga un préstamo, el banco abre una cuenta con un saldo positivo (por el monto del crédito). Por eso se dice que los préstamos crean los depósitos y no al revés. El prestatario deberá retornar al banco el principal y los intereses en dinero de alto poder o títulos con gran liquidez.
Esto nos regresa al tema de los bancos centrales. Estas entidades emiten lo que constituye la base monetaria: billetes y monedas en circulación (en manos del público o en reservas en los bancos privados). Los títulos monetarios que emiten los bancos comerciales son deuda y representan un derecho sobre otro tipo de dinero (en general, sobre una suma de dinero base). Los billetes que emite el banco central son diferentes: son algo así como ‘dinero en última instancia’.
La mayor parte de las transacciones en una economía utiliza unidades monetarias emitidas por los bancos privados. Pero para algunas operaciones se requieren billetes o dinero de alto poder. Por eso se llegaron a imponer requerimientos de reservas prudenciales para evitar situaciones en las que el banco no pudiera hacer frente a una demanda de monedas y billetes de la base monetaria. Pero las reservas son dinero ocioso, los bancos inventaron métodos para minimizarlas. En la actualidad, las reservas han dejado de jugar un papel importante en los esquemas de regulación bancaria.
El poder de creación monetaria no debe estar en manos de entidades preocupadas por su tasa de rentabilidad. La regulación bancaria basada en un diagnóstico equivocado sobre el funcionamiento de los bancos no sirve, como lo demuestra la explosión de la crisis financiera global. Se necesita establecer un verdadero control democrático sobre la creación monetaria.

Macroeconomía y teoría monetaria


Hemos recibido muchas solicitudes de explicaciones más detalladas sobre el tema de las operaciones de los bancos. Esta expresión de interés es buena: un pensamiento político de oposición al neoliberalismo no podrá ofrecer alternativas sin una comprensión cabal del funcionamiento de una economía monetaria en el capitalismo contemporáneo.
La teoría económica convencional sostiene que los bancos desempeñan una simple función de intermediación. Reciben depósitos de los ahorradores y les pagan una tasa de interés. Prestan esos mismos recursos a los agentes que quieren invertir en una empresa productiva o adelantar una decisión de consumo. Del diferencial de tasas de interés provienen las ganancias de los bancos. Según esta narrativa, para evitar abusos las autoridades monetarias imponen requisitos a los bancos, como el mantenimiento de reservas prudenciales e índices de capitalización elevados.
Según la macroeconomía estándar el banco central emite billetes y monedas: es la base monetaria o ‘dinero de alto poder’. ¿Cómo se explica que la base monetaria sea un porcentaje muy pequeño (normalmente no mayor a 7 por ciento) de la oferta monetaria total? Se dice que la oferta monetaria total es un múltiplo de la base monetaria porque los bancos prestan una parte de los depósitos recibidos, guardando como reserva una parte de los depósitos. Y normalmente los préstamos otorgados por un banco son depositados en otros bancos que, a su vez, proceden a realizar nuevos préstamos manteniendo una parte de los depósitos en reserva. En esta serie de operaciones actúa un multiplicador de la suma inicialmente depositada (en términos técnicos, el multiplicador monetario es el inverso de la razón entre la base monetaria y la oferta monetaria total). Por eso la base monetaria es una muy pequeña parte de la oferta monetaria total.
Todo lo anterior es un cuento de hadas que poco tiene que ver con la realidad. Afortunadamente hoy contamos con una radiografía nítida de lo que realmente acontece en el sistema bancario. Lo primero que hay que tomar en cuenta es que los bancos no necesitan depósitos para realizar préstamos. La causalidad está invertida: cuando el banco otorga un crédito, establece un saldo positivo en la cuenta del prestatario tal y como si éste hubiese realizado un depósito por el monto del crédito. Por eso los autores post-Keynesianos señalan que “los préstamos hacen los depósitos”.
Al crecer el sistema bancario, los títulos emitidos por los bancos comerciales privados ganaron aceptación como medios de pago. Hoy la mayor parte de las transacciones en una economía capitalista se realiza a través de cheques y saldos electrónicos en las cuentas de los bancos privados. Así, los retiros y depósitos constituyen un flujo constante de operaciones interbancarias y por ello, la posición de liquidez de un banco no depende de los ahorros recibidos en su actividad de captación bancaria. Los retiros de sus clientes son compensados con pagos de los clientes de otros bancos. 

Las operaciones de los bancos no están constreñidas por los depósitos

Para decirlo de otro modo, un préstamo comienza su vida presentándose como un depósito a los ojos del prestatario. Decir que los bancos ofrecen préstamos es sinónimo de decir que los bancos ofrecen depósitos. Y cuando los documentos que respaldan esos depósitos son aceptados en todas las transacciones monetarias, los bancos están efectivamente creando dinero.
¿Por qué no crece el dinero así creado hasta el infinito? Porque el dinero creado por un banco al otorgar un crédito se extingue cuando el crédito es pagado. Así funciona el circuito monetario. El dinero que crean los bancos es una promesa de pago aceptada como dinero para todo tipo de transacciones. Pero los que reciben un crédito están obligados a repagar y por ello deben operar en la economía no bancaria (el sector real) para reunir los medios de pago necesarios (dinero base o títulos bancarios aceptables por el banco que le otorgó el crédito).
¿Cuál es el papel del banco central? El banco central tiene como prioridad mantener la liquidez del sistema bancario y guardar la estabilidad financiera. Por eso se adapta a la demanda de reservas que le hace el sistema bancario. Así, las variaciones en la base monetaria no son lo que determina la oferta monetaria. Al contrario, las variaciones en la oferta monetaria imponen cambios en la base monetaria. Los bancos centrales no controlan la oferta monetaria.
Esto quiere decir que los cambios en la oferta monetaria no están determinados de manera exógena por las operaciones del banco central (a través de sus operaciones de mercado abierto). No importa que tan estrictas sean las reglas sobre reservas, los bancos privados otorgarán todos los préstamos que necesite la economía siempre y cuando encuentren un proyecto rentable con garantías adecuadas. Después pedirán reservas al banco central y éste organismo no podrá negárselas. Texto: A. Nadal. VER: FINANCIEROS & DEMÓCRATAS

5 sept 2017

El gobierno de los ladrones

El nuestro es un mundo de impunidad. Las acusaciones de corrupción rodearon a la FIFA durante decenios y acabaron, hace dos semanas, con detenciones en masa de altos cargos de la institución. Sin embargo, el presidente de la FIFA, Sepp Blatter, fue reelegido, incluso después de las detenciones. Sí, al final Blatter dimitió, pero sólo después de que él y docenas de miembros de la Federación mostraran una vez más su desdén a la honradez y a la ley. 

Vemos esa clase de comportamiento por todo el mundo. Pensemos en Wall Street. En 2013 y 2014, JPMorgan Chase pagó más de 20.000 millones de dólares en multas por infracciones financieras; sin embargo, el director gerente se llevó a su casa 20 millones de dólares de retribución en 2014 y 2015. O pensemos en los escándalos de corrupción en Brasil, España y muchos otros países, en los que los gobiernos siguen en el poder aun después de que se haya revelado un gran nivel de corrupción dentro del partido gobernante.
La capacidad de quienes ejercen un gran poder público y privado para violar la ley y las normas éticas a fin de lucrarse es una de las más flagrantes manifestaciones de desigualdad. Los pobres reciben sentencias a cadena perpetua, mientras que los banqueros que afanan miles de millones reciben invitaciones a las cenas de Estado en la Casa Blanca. Una famosa coplilla de la Inglaterra medieval muestra que no se trata de un fenómeno nuevo:

La ley encierra al hombre o la mujer
que roba un ganso de la dehesa,
pero deja libre al mayor canalla,
el que le roba la dehesa al ganso.

Los mayores ladrones actuales son los que están robando los bienes comunes modernos: saqueando los presupuestos estatales, degradando el medio ambiente natural y aprovechándose de la confianza pública. En el caso FIFA podemos encontrar algunos actores familiares: cuentas bancarias secretas en Suiza y en el paraíso fiscal de las islas Caimán, empresas ficticias, en fin: todos los accesorios financieros concebidos literalmente para proteger a los ricos del examen y de la ley.
En este caso, el FBI y el Departamento de Justicia de los Estados Unidos han cumplido con su deber, pero lo han hecho, en parte, penetrando en los turbios mundos del secretismo financiero creado y protegido por el Congreso y el Tesoro de EE UU. (siempre protectores de los paraísos fiscales del Caribe).
En algunas sociedades y en algunos sectores económicos, la impunidad es ahora tan omnipresente, que se la considera inevitable. Cuando se acaba considerando “normal” de forma generalizada el comportamiento impropio de los dirigentes políticos y empresariales, la opinión pública no lo castiga, lo que refuerza su carácter de normal y crea una “trampa de impunidad”.
La situación en el sector bancario mundial es particularmente alarmante. Un reciente estudio de las actitudes éticas del sector de los servicios financieros de los EE.UU. y del Reino Unido ha mostrado que ahora el comportamiento impropio e ilegal está considerado, en efecto, omnipresente. Un 47 por ciento de quienes respondieron dijo que era probable que sus competidores hubiesen llevado a cabo actividades impropias e ilegales.
Mientras, la generación más joven ha aprendido la lección: el 32 por ciento de los encuestados que llevaban menos de 10 años empleados en el sector financiero dijeron que, si no hubiera posibilidad de que ser detenidos, aprovecharían su información privilegiada para ganar 10 millones de dólares.
Sin embargo, no todas las sociedades ni todos los sectores están presos en una trampa de impunidad. Algunas sociedades –las más destacadas de las cuales son las escandinavas– mantienen la esperanza de que los funcionarios públicos y los dirigentes empresariales actúen ética y honradamente. En esos países, los ministros se ven obligados a dimitir por infracciones menores que en otros países parecerían triviales.
La de convencer a los ciudadanos americanos, rusos, nigerianos o chinos de que la corrupción se puede en verdad controlar podría parecer una tarea fútil, pero el objetivo es digno del empeño, porque la evidencia resulta abrumadora: la impunidad no es sólo moralmente nociva, sino también económicamente costosa y profundamente corrosiva para el bienestar.
Estudios recientes han mostrado que, cuando existe una “confianza generalizada” en la sociedad, los resultados económicos son mejores y la satisfacción vital es mayor. Entre otras razones, resulta más fácil concertar acuerdos comerciales y aplicarlos eficientemente. No es casualidad que los países escandinavos figuren entre los más felices y prósperos del mundo año tras año.
Así, pues, ¿qué se puede hacer para superar la trampa de la impunidad? Una parte de la respuesta es, naturalmente, la imposición de la observancia de la ley (como en el caso de los procesamientos de la FIFA) y la protección de los denunciantes. Sin embargo, no basta; las actitudes públicas también desempeñan un papel importante.
Si el público expresa desprecio y repugnancia por los banqueros que engañan a sus clientes, por los ejecutivos de empresas petroleras que destrozan el clima, por los funcionarios de la FIFA que respaldan las comisiones ilegales y los políticos que adulan a todos ellos a cambio de fondos para campañas electorales y sobornos, la ilegalidad para unos pocos no puede llegar a ser la norma. El desdén público tal vez no pusiera fin inmediatamente a la corrupción, pero puede hacer menos agradable la vida de los que están robando los bienes públicos a todos los demás.
Aun así, podemos formular una pregunta aún más sencilla. ¿Por qué son agasajados esos mismos banqueros por el presidente Barack Obama, invitados a brillantes cenas de Estado y reverentemente entrevistados por los medios de comunicación? Lo primero que una sociedad puede y debe hacer es denegar la respetabilidad a los dirigentes políticos y empresariales que abusan deliberadamente de la confianza pública. Texto: J. Sachs.