11 may 2015

Podemos

El País estaba cambiando mucho y rápidamente. La clase política a lo suyo: mantenerse y reproducirse. Algunos lo vieron, otros lo intentaron convertir en política sin demasiado éxito. Un grupo de jóvenes audaces y con mucho valor, con experiencia política de alto nivel, llegaron a la conclusión de que era el momento para lanzarse a la arena política y jugársela.
En política no basta conocer, no basta formular, hay que decidirse. Ellos decidieron y así surgió Podemos. Se ha dicho muchas veces: fue un terremoto que desencadenó un tsunami. El campo de la política cambió y de una u otra forma, todas las fuerzas políticas se vieron afectadas y tuvieron que cambiar sus respectivas agendas. Parafraseando una vieja metáfora militar a la que tanto nos acostumbró Antonio Gramsci (recientemente la ha usado Pablo Iglesias), la dirección de Podemos se lanzó a una guerra de maniobra que rápidamente se convirtió en una guerra relámpago. Hubo quien vio ya a Moscú en el horizonte. Pasada la sorpresa, el poder, los poderes, reaccionaron al modo de los generales rusos, dejar que Podemos avanzase resistiendo ordenadamente para oponerles finalmente un fuerte muro defensivo y pasar resueltamente al contraataque. La contraofensiva hace tiempo que comenzó, ahora estamos viendo sus consecuencias. El ‘tratamiento’ político dado a Podemos explica muy bien qué tipo de poder existe en nuestras sociedades y el modo en que este se organiza y actúa. Rápidamente, pasada la sorpresa inicial, las cloacas del Estado empezaron a funcionar a tope. Se habla mucho de la influencia latinoamericana en Podemos. La paradoja es que la ofensiva contra el partido de Pablo Iglesias se hizo al modo latinoamericano: la ferocidad, la doblez sin límites y la mentira conscientemente creada por los medios, es decir, las mismas tácticas que se usaron contra Chávez, contra Evo, contra Correa, contra Humala, contra Lula. La ‘trama’ funcionaba en su plenitud: servicios secretos, fundaciones, periodistas “bien informados” y todo un aparato de comunicación que, poco a poco, fue ahogando a los actores más independientes. Analicemos medio a medio, periódico a periódico, cadena de televisión a cadena de televisión, para ver las “manos visibles” de poder financiero y político al asalto de unos medios en la ruina y adictos a ‘ayudas’ de todo tipo. Cuando se habla de crisis del régimen se suele asociar a una especie de parálisis, de hundimiento, de pasividad. No es así. Crisis significa lucha, conflicto. En el centro, el poder. Unos para mantenerlo aunque sea reformándose, otros para derribarlo o transformarlo. Es una lucha entre sujetos sociales y políticos, entre percepciones construidas socialmente y movilizaciones en la calle. Los horizontes de sentido de las personas se modifican rápidamente y se abren ventanas de oportunidad. Esto es lo que significa la crisis, pero hay, esto nunca se debe olvidar, una enorme desigualdad de poder y este es, sobre todo, el poder del Estado, es decir, condensación de la fuerza y unidad de decisión. La estrategia anti-Podemos no ha sido solo el insulto, la fabricación mediática de casos o la mentira soez. Han habido otras tácticas más sutiles, más de fondo, realizadas, principalmente, del lado del área del PSOE. Me refiero a eso que podríamos llamar la respetabilidad como fundamento del hacer política aquí y ahora. Fue una de las herencias más negativas de la Transición, lo que se llamó la cultura del consenso. Se pretendió, y se consiguió durante años, excluir el conflicto del discurso oficializado; cualquier divergencia de fondo era rechazada y situada en los márgenes oscuros de lo antisistémico. La IU de Julio Anguita fue el ejemplo más evidente de lo que se acaba de decir. La respetabilidad tenía que ver con este consenso básico. Los poderes, los medios de comunicación centralmente, forzaban a las fuerzas políticas, a los dirigentes, hacia una respetabilidad basada en la aceptación de los consensos fundamentales, en sus formas y en sus fondos. Castigaron y siguen castigando durísimamente a quienes no lo hacen, y premian generosamente a los que se someten. Esto ha pasado con Podemos. Los medios han usado el palo y la zanahoria, es decir, el ataque brutal combinado con una salida hacia la respetabilidad. El resultado ha sido mellar el discurso de Podemos, desdibujarlo, a la vez que demolían sin piedad a su equipo dirigente. Es una guerra de verdad. La creación de Ciudadanos como fuerza estatal ha sido parte de una estrategia global a largo plazo. El asunto no es fácil; fortalecer a Ciudadanos tiene como consecuencia inmediata un debilitamiento del PP y la liquidación de UPyD. Esto señala un conflicto de los poderes económicos y mediáticos con el gobierno de Rajoy. Que el PP acepte tener que compartir el poder con un partido como Ciudadanos no será fácil. Lo que consiguen los que mandan de verdad es enorme: frenan por la derecha a Podemos, neutralizan a un PP en decadencia, dan nuevos aires al PSOE y ponen en el centro de su operativo a Ciudadanos, una fuerza política capaz de impulsar una nueva revolución neoliberal en España. Todo ello en nombre de la lucha contra la corrupción, contra la vieja política y en favor de la Unión Europea, del euro y de la agrietada modernidad. Podemos, como fuerza política, se encuentra ante una disyuntiva nada fácil. Corre el peligro de ser fagocitada por las fuerzas que ella misma desencadenó. Está siendo sometida a una durísima guerra de posiciones, enfangada en las casamatas, duramente acosada, combate para el que no estaba preparada (¿Quién lo está?), se ve obligada a construirse como organización en el cerco, en la lucha, en el conflicto. Mucho me temo que los que mandan han llegado a la conclusión de que ya es el momento de aplastar el potencial de rebeldía, ilusiones y esperanzas que Podemos desencadenó. Creo que se equivocan y que Podemos ha venido para quedarse. Simplemente, la vida les obliga a repensarse de nuevo, a adaptarse a una coyuntura política que se ha movido radicalmente, que se ha modificado, en gran parte, por la propia existencia de Podemos. Como el viejo comunista sardo sabía muy bien, una estrategia de posiciones y de cerco mutuo exige mucha energía, hegemonía concentrada, un gran tesón y aguante, mucho aguante. Primero, se necesita una dirección cohesionada que sepa a dónde ir y cómo ir; con un liderazgo claro que dé seguridad y que señale el camino. Segundo, discurso preciso, diferenciado, que convierta lo que la gente ya sabe en política, en programa, en el centro, un nuevo proyecto de país. Tercero, una campaña que haga organización, que genere alegría, entusiasmo, esperanza, sueños posibles… Cuarto, convencer emocionando, razón y pasión; pasión razonada pues. Para los que defendemos una estrategia de unidad popular, una salida democrático plebeya a la crisis de éste régimen, Podemos sigue siendo un elemento fundamental. Como ha venido insistiendo Julio Anguita, Podemos ha abierto una grieta que, entre todos, debemos convertirla en una brecha que rompa los muros del poder. Lo básico es que Podemos crezca y se desarrolle, que crezca y se desarrolle IU, así como las demás izquierdas. Todos juntos somos aún insuficientes para constituirnos en poder constituyente y desde ahí alumbrar un nuevo régimen basado en la igualdad, la libertad y la justicia. Necesitamos todas nuestras fuerzas, toda nuestra capacidad de unidad para vencer. La disyuntiva sigue siendo la de la fase histórica, restauración o ruptura. Debemos y podemos. La unidad no tiene alternativa. Texto: M. M. Ver: Game Over.

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